Tres maneras en las que el diseño de tiendas puede ayudar a dar forma a la nueva economía urbana
Los espacios comerciales juegan un papel fundamental en el desarrollo de las ciudades
Restaurantes, cafés, tiendas, mercados, barberías, clubes, cines… Los espacios comerciales son mucho más de lo que parecen. Más allá incluso de la tienda de barrio más modesta se encuentra una impresionante máquina urbana que juega un papel fundamental en el desarrollo de las ciudades. Los espacios comerciales proporcionan mucho más que solo bienes y servicios: anclan las comunidades locales, dan vida a las economías locales, catalizan nuestro bienestar emocional, ya que ofrecen ocio, diversión y empleo a ciudades enteras desde la base.
Por lo tanto, un buen diseño de la venta minorista debe tener una visión integral que aprecie su impacto en toda la economía urbana. Para ello es crucial la cuestión de la sostenibilidad. La mayoría de los espacios comerciales ya no pasan de generación a generación. Hoy en día, la vida media de una tienda es de solo 8,5 años. Cada vez que cambia de inquilino, es necesario realizar una rehabilitación completa, que requiere derribar del 80% al 100% del entorno anterior construido.
Si bien esas rotaciones tienen un efecto positivo en el sector de la arquitectura y la construcción, a menudo se llevan a cabo sin consideraciones globales sobre la fuente y la calidad de los materiales, la capacidad de la mano de obra empleada y el bienestar de sus usuarios finales. En otras palabras, cada vez que no llevamos a cabo una rotación de una forma sostenible estamos desperdiciando una oportunidad increíble de reformar mejor, en la que se dé un impulso a la economía local y se mejore el tejido comercial.
Estas son tres formas de hacerlo distinto:
1. Aplicar una economía circular (diseño del desmontaje y la gestión de los residuos).
Uno de los mayores retos de esta rotación es qué hacer con los residuos que se generan en cada reforma. En España, solo el 17% de los residuos de la construcción se reciclan o reutilizan. Esto es muy poco rentable. El uso de adhesivos y las combinaciones excesivas de diferentes materiales hacen que los residuos de construcción sean difíciles de separar y por lo tanto difíciles de reutilizar. Pero esto tiene solución.
En primer lugar, tanto los clientes como los diseñadores deberían esforzarse más para conservar y adaptar los elementos arquitectónicos existentes. En segundo lugar, los arquitectos deberían pensar en el futuro y diseñar sistemas de construcción que permitan un desmontaje al final de su vida útil. En tercer lugar, todos deberíamos adoptar una filosofía de economía circular, desde una perspectiva de circuito cerrado que “minimice el uso de nuevas aportaciones de recursos a la vez que se reduce la creación de residuos”.
2. Potenciar las cadenas de suministro locales (artesanía y empleo de calificación media).
En todo el mundo estamos dejando escapar a una fuerza de trabajo extremadamente capaz y habilidosa de artesanos con gran talento. Debido a su menor capacidad de producción y a su limitada tecnología, lo que aumenta sus precios finales, se han vuelto difícilmente competitivos contra sus competidores más baratos y con mejor potencial comercial. Esta situación supone un desperdicio de su talento, pero también un desperdicio para la economía local: si los empleáramos, los salarios en el sector subirían, lo cual daría un impulso a las familias y aumentaría nuestra base de consumidores potenciales.
La experiencia de los artesanos en las aplicaciones y posibilidades de los materiales, así como su apreciación de los recursos en bruto, tiene un valor extremo para la economía circular: aman lo que crean y no les gustaría desperdiciarlo. Además, los materiales con los que trabajan se extraen de la zona, lo que significa que sus propiedades térmicas y ambientales son más eficientes desde el punto de vista climático que los materiales importados. Por último, sus conocimientos y habilidades mejoran y singularizan los proyectos. En mi experiencia trabajando con ellos, los artesanos siempre son flexibles y quieren colaborar para lograr un resultado con la mejor calidad.
3. Entender la salud de los materiales (resistencia en la construcción y materiales saludables).
Desde la comida o la belleza hasta los productos de limpieza, la cuestión de la salud ya ha llegado a muchos sectores, pero aún no se ha explorado plenamente en la industria de la construcción. Hay poca transparencia en cuanto a la fuente y la composición química de los materiales de construcción. Ahora sabemos que la exposición a largo plazo a ciertas sustancias químicas que se encuentran en ellos puede causar graves problemas de salud que van desde el asma, la hipersensibilidad química o las alergias al desequilibrio hormonal e incluso el cáncer.
Como diseñadores, nuestra responsabilidad es garantizar la prescripción apropiada de los materiales con los que diseñamos. Y como consumidores estamos en nuestro derecho de estar completamente informados sobre todas las consecuencias que ciertas elecciones de materiales más baratos podrían traer. Reformar mejor significa construir ambientes más saludables. Afortunadamente, esto a menudo se relaciona con la contratación de mano de obra de artesanos que utilizan materiales naturales y de origen local.
Una llamada a la acción
No solo somos nosotros los diseñadores los que debemos facilitar este proceso, sino que los consumidores, trabajadores y desarrolladores deben poner en marcha el ciclo. Dar valor a las marcas que incluyen estos valores en su práctica, estar dispuestos a pagar más por una calidad superior, negarse a construir efímeramente, pensar a largo plazo, valorar las habilidades locales y los materiales locales. Dar más es recibir más en términos de ciudades más dinámicas y mayores oportunidades de ocio y bienestar emocional. La revolución comienza y termina con una nueva economía urbana menos volátil e insostenible, en la que se mitiga el riesgo en cada eslabón de la cadena de producción, y la mejor manera de crecer es reformar.