Medicsen, una alternativa indolora a las agujas
¿Sabías que es posible suministrar insulina a los enfermos de diabetes sin agujas?
Medicsen ha conseguido crear algo que parecía imposible: el primer dispositivo de administración de fármacos wearable y sin agujas. Se trata de un parche inteligente de pequeñas dimensiones, dos cm y medio, que, a través de ondas inocuas que aumentan el tamaño de los poros naturales de la piel, suministra la medicación en la cantidad que el enfermo necesita.
Para conocer este proyecto más a fondo, hablamos con Eduardo Jorgensen, miembro de Red Innova Fundación MAPFRE y CEO y fundador de esta empresa que resultó ganadora en el año 2021 en la cuarta edición de los Premios Fundación MAPFRE a la Innovación Social, en la categoría Mejora de la salud y tecnología digital (e-Health).
¿Cómo surgió Medicsen?
Yo soy médico de formación, y siempre había querido ser neurocirujano. Pero un día, en consulta, me encontré con una niña con diabetes que se negó a seguir pinchándose insulina. Ella argumentaba que no podía llevar una vida normal, que sus amigas se reían de ella, que no podía ir a excursiones del colegio y que estaba harta de pincharse tres veces al día, mil y pico pinchazos al año. En ese momento empecé a pensar que había que desarrollar una tecnología que ofreciera una solución a su problema. Llamé a un par de compañeros y juntos diseñamos una primera idea de un páncreas artificial, pero queríamos una solución que fuera no invasiva, que ese fuera su mayor punto de valor. Así, identificamos que hacía falta un software que pudiera predecir lo que le pasa al paciente y también un dispositivo tipo parche que administre el fármaco, pero sin ningún tipo de agujas. Analizamos qué tecnologías utilizar y nos pusimos a desarrollar. La idea surgió en 2014 y montamos la empresa en 2015.
¿Cuál es vuestra línea de trabajo actual?
La tecnología con la que funciona nuestro parche, que aumenta la permeabilidad de la piel con ultrasonidos, se llama sonoforesis. Pero lo que nosotros hemos conseguido es inventar una pieza que logra el efecto de la sonoforesis en un espacio muy reducido, de 2 cm y medio de tamaño. Ahora mismo nos encontramos en un punto en el que ya tenemos un prototipo funcional que estamos terminando de miniaturizar con los resultados de los estudios en cerdos y cuando tengamos todo ese proceso completado iremos al estudio en humanos en algún momento de 2024; este es nuestro objetivo.
¿Cuál es el componente social de vuestro proyecto?
Esta iniciativa tiene muchos atributos a los que podemos ponerles el calificativo de social. En la administración de fármacos, las agujas y las cánulas son una de las grandes barreras para que los pacientes cumplan los objetivos del tratamiento y cuando un paciente no los cumple, algo que pasa en dos de cada tres personas, aproximadamente, se genera un 20% más de costes a los sistemas de salud y los enfermos fallecen una media de diez años antes ya que sufren complicaciones que disminuyen muchísimo su calidad de vida. La niña que salió de esa consulta se fue sin tratamiento y con el destino asegurado de tener una esperanza de vida reducida. Nuestro primer y más importante beneficio social es eliminar la aguja, esa gran barrera, para mejorar esa adherencia al tratamiento y sus resultados y, en consecuencia, la calidad de vida y la esperanza de vida del paciente.
El segundo atributo social es conseguir eliminar el residuo medioambiental. En el mundo se usan aproximadamente 16.000 millones de agujas cada año y estas generan un residuo medioambiental terrible, ya no solo por las agujas, sino, también, por los dispositivos de administración desechables, de usar y tirar. Eso significa que hay bombas y parches de insulina que cada tres días se tiran a la basura con su electrónica, con el consecuente impacto que esto tiene también en el medio ambiente. Pero además son un residuo peligroso porque ha entrado en contacto con el interior del cuerpo humano. En Europa se generan dos mil accidentes diarios con aguja que generan tres mil millones de euros de costos anuales en heridas accidentales. Para el personal sanitario es el mayor riesgo laboral, pero también están en riesgo los cuidadores de pacientes con diabetes o de pacientes con enfermedades crónicas en general y el riesgo es aún mayor en pacientes que tienen enfermedades infecciosas.
¿Con qué retos os habéis encontrado?
Quizá el más importante ha sido enfrentarnos a la pescadilla que se muerde la cola en la innovación y el emprendimiento en general, pero, en particular, en el ámbito de los medical devices y, más aún, en la administración de fármacos, que son de las categorías más complicadas que hay. Necesitas dinero para generar evidencia, pero necesitas evidencia para generar dinero. La obtención de recursos ha sido siempre un reto; hemos tenido que ser muy persistentes y detallistas en la manera de estructurar nuestro mensaje, en cómo transmitimos el riesgo que es inherente a nuestro proyecto. Ese ha sido el mayor reto, pero tenemos otro complementario al que se habrán enfrentado muchísimos emprendedores de ciencia y es que, en este ámbito, es muy difícil hacer una planificación y calcular bien los recursos que vas a necesitar… ¡te puede pasar de todo!
¿Cuál ha sido vuestro logro más importante a lo largo de los años?
Ha habido muchos, pero para mí, personalmente, hay dos muy importantes: el primero ha sido recibir de los pacientes apoyo, confianza y esperanza. Este es el motor que nos impulsa a todos los del equipo a seguir, porque ya lo llegas a sentir incluso como una responsabilidad.
El segundo ha sido haber sido capaces dar de comer o aportar sustento económico a un equipo de profesionales que se dedican a algo en lo que creen, que les hace ilusión, que les hace disfrutar. Para mí haber creado este equipo y que podamos sustentarnos todos, me hace sentir muy, muy orgulloso.
¿Cuál es el futuro de Medicsen?
Yo siempre digo que me gustaría llegar a ser el Apple de los dispositivos médicos, no solo porque sean una empresa grande, sino, también, porque ha sido innovadora creando tecnología bonita y práctica que ayuda a las personas. Nosotros queremos hacer eso con dispositivos médicos que mejoren la calidad de vida de los pacientes, sobre todo, los que tienen enfermedades crónicas como la diabetes, pero, no solo. En un futuro, nuestro sistema se podría amoldar a otras enfermedades crónicas que requieren un suministro progresivo de fármacos y una monitorización de los pacientes.
Nuestro sueño es lograr, en 2033, dentro de 10 años, eliminar mil millones de inyecciones. En 2021, cuando nos presentamos a los Premios Fundación MAPFRE a la Innovación Social, incluimos una meta, que nos pareció muy ambiciosa, de eliminar unos 30 millones de inyecciones, pero ahora miramos todavía más a largo y vemos que en diez años podemos haber eliminado mil millones de inyecciones. También nos gustaría estar funcionando con diez fármacos para poder aportar valor en diez verticales terapéuticas, tener 300 empleados y, ojalá, 200 millones de euros en facturación. A largo plazo, lo que queremos es conseguir que Medicsen crezca, creando tecnología bonita y capaz de ayudar.