Alcohol y conducción, ¿cómo nos afecta?
Todos sabemos que la conducción bajo los efectos del alcohol es peligrosa. Sin embargo, muy pocos conductores saben a qué riesgo se exponen exactamente bajo sus efectos. ‘Yo soy un conductor veterano y nunca he tenido un accidente’ o ‘el alcohol no me afecta’ pueden ser algunos de los argumentos utilizados. Sin embargo, las estadísticas dicen lo contrario. Y es que a lo largo del año son muchos los siniestros de tráfico que se producen por conducir bajo los efectos del alcohol.
No merece la pena correr el riesgo. Por este motivo, desde ‘Seguridad Vial para Mayores’ queremos incidir en sus efectos. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el alcohol no nos afecta a todos por igual. Aunque creas conocer tus límites, es realmente fácil sobrepasarlos. De hecho, las personas menores de 18 años y los mayores de 65 son más sensibles a los efectos del alcohol, tal y como indican desde la Dirección General de Tráfico, por lo que es más fácil sufrir deterioros en las capacidades psicofísicas para conducir.
También influye mucho nuestro peso, la hora del día (la eliminación del alcohol es mucho más lenta durante las horas de sueño) y nuestro género: el alcohol se distribuye por el cuerpo de forma distinta en hombres y en mujeres. Por ello, las mujeres pueden presentar tasas de alcoholemia más altas con la misma cantidad de bebida.
El alcohol afecta a nuestro comportamiento y a todas nuestras capacidades psicofísicas. La persona que ha bebido infravalora los efectos y las alteraciones (yo controlo), se produce una falta seguridad en sí mismo y disminuye el sentido de la responsabilidad y la prudencia. También hace que se incremente el número de conductas impulsivas y que se cometan más infracciones. Entre ellas: detener el coche de manera injustificada, no respetar la distancia de seguridad, invadir el carril contrario, conducir de manera temeraria…
Por otro lado, el alcohol también altera nuestras funciones perceptivas, por ejemplo, se reduce el número de movimientos oculares (se recoge menos información del entorno), se perciben peor las señales y los colores, es más difícil calcular la velocidad a la que se circula y el campo visual de reduce. Se producen problemas para mantener la concentración y aparece la fatiga ocular.
Por supuesto, afecta a nuestra atención, dificultando así nuestra conducción. La atención se focaliza en el centro del campo visual y no se perciben el resto de situaciones: adelantamientos, cruces…Igualmente, la psicomotricidad se ve mermada. Se altera la coordinación entre los distintos movimientos. Ver y actuar en consecuencia puede resultar casi imposible. Se altera el equilibro y disminuye el rendimiento muscular. También aumenta nuestro tiempo de reacción: tardamos más en reaccionar ante un imprevisto, ya que el proceso de toma de decisiones es más lento.
Para evitar todos estos riesgos, la mejor tasa siempre será la CERO. No corras el riesgo. Cuando vayas a conducir, evita las bebidas con alcohol.