Una mujer desnuda
Picasso configura un espacio indefinido y atemporal
Pablo Picasso
Maternité [Maternidad], 1902-1903
© Sucesión Picasso, VEGAP, Madrid, 2020
© Colecciones Fundación MAPFRE
En 1900 Picasso viaja a París acompañado de su amigo Carles Casagemas y se instalan en el estudio de Isidre Nonell. Pronto su obra se llena de figuras abrazándose, escenas de bullicio, mercadillos, interiores de cafés y bailarinas inspiradas en Toulouse-Lautrec. Durante su estancia en la capital se codea con la mayor parte de los artistas españoles que acuden a la capital francesa y que, poco a poco, formarían lo que se consideró la colonia de españoles en París. Tras dos meses, regresa a España para volver a Francia en 1901 con motivo de su primera exposición parisiense junto a Francisco Iturrino en la galería de Ambroise Vollard. Durante un período de tiempo Picasso aborda motivos relacionados con los bajos fondos a los que aplica tonos fríos y azulados. Al mismo tiempo, sus figuras se alargan recordando a las de El Greco casi convirtiéndose en personajes simbólicos. Esta etapa, conocida como Período Azul, engloba obras muy representativas del malagueño como su famoso Autorretrato, que podemos ver en el Musée Picasso de París; y retratos como el de La Celestina (1904) o el de la muy conocida Mujer con cofia. Para esta última obra se inspiró, al igual que cuando realizó la maternidad que nos ocupa, en las mujeres cautivas que observó en sus visitas al penal y hospital psiquiátrico de Saint-Lazare, situado cerca de Montmartre. Esta mujer desnuda, sin ningún tocado en la cabeza, como era habitual en las mujeres en esta situación, con su hijo en brazos, quizá acunándole y sacada de todo contexto, configura un espacio indefinido y atemporal que evoca la ternura y el cuidado de una madre, de todas las madres.
“¡Querido, querido Paul! Ayer y hoy pensé mucho en ti, en nosotros, si quieres. No te escribo para que vuelvas a escribirme, sino porque en este momento me da alegría y porque quiero. También tenía pensado encontrarme contigo en estos días en alguna parte en París, pero luego mi tonta y vana conciencia del deber me retuvo aquí, y me quedé. ¿Qué querrá decir: en alguna parte en París? No tengo idea, pero de algún modo seguramente hubiera sido lindo. Hace tres meses, de pronto alguien me regaló tu libro de poemas. No sabía que había salido. Fue tan… el piso parecía tan liviano, como si flotara, y la mano me tembló un poquito, apenas, apenas. Y después no pasó nada más durante bastante tiempo. Hace unas semanas se corrió el rumor en Viena de que los Jené se habían ido a París. Y entonces yo también me fui de viaje con ellos. Sigo sin saber qué significó la primavera pasada. (Ya sabes que siempre quiero saber todo con absoluta exactitud.) Linda primavera; y los poemas, y el poema que hicimos juntos.
[Hoy te quiero, y te tengo tan presente. Quiero decírtelo sin falta (entonces muchas veces no lo hice). En cuanto tenga tiempo puedo ir un par de días. ¿Tendrías ganas de verme? Una hora, o dos.
Muchos, muchos cariños.
Tuya Ingeborg”.
Ingeborg Bachmann a Paul Celan, Viena, Navidad de 1948, no enviada.
En “Tiempo del corazón. Correspondencia. Ingeborg Bachamann-Paul Celan”, 2012