Sillas con airbag, revolución en continua evolución
Analizamos los motivos por los que los SRI no llevan airbag
Seguridad Vial
Desde los años 90, los airbags (uno de los elementos de seguridad pasiva más importantes en un coche) han supuesto una auténtica revolución en cuanto a la seguridad del ocupante se refiere. Las cifras de mortalidad en accidentes de tráfico deben su descenso en parte al uso masivo de este dispositivo en los vehículos.
Recordemos que el objetivo de los airbags es amortiguar el impacto de los ocupantes contra distintos elementos rígidos del interior del coche como son el volante, el salpicadero o el parabrisas, protección que, además, es realmente efectiva si el ocupante lo usa acompañado del cinturón de seguridad. Desde 2006 son obligatorios en todos los vehículos los dos airbags frontales.
Como es sabido el concepto que hay detrás del airbag se basa en la reducción de la velocidad de cabeza y pecho a partir de un cojín que se hincha rápidamente delante del ocupante, y se deshincha paulinamente a medida que cabeza y pecho entran en contacto con él. Parte del secreto del invento está precisamente en el deshinchado del sistema. La imagen que ha aparecido en un sinfín de películas, donde el airbag se queda hinchado es totalmente falsa. Si eso pasara, el ocupante rebotaría en el airbag, con consecuencias incontroladas.
El hecho de poder controlar la velocidad de frenada de cabeza y pecho llevó a los ingenieros a trabajar con el cinturón de seguridad, para que no fuera tan agresivo en su retención y poder limitar de manera controlada las cargas recibidas en el pecho y en la pelvis. Por lo tanto, hoy, el cinturón de seguridad y airbag son un sistema completo y complementario de protección de la vida en caso de colisión o detención brusca.
Después de la aparición del airbag frontal, apareció el airbag lateral, que utiliza el mismo principio pero para proteger la cabeza en caso de colisión lateral.
Todo esto no habría sido posible sin un método fiable que detectara el impacto, con tiempo suficiente para que el cojín de impacto se desplegara totalmente antes del contacto con el ocupante.
Y este, sin duda, y en primer lugar, ha sido el gran problema para la aplicación de un cojín hinchable en una silla de niños: la señal que dispara los airbags a partir de la detección de la colisión no es utilizada por ningún sistema externo al propio coche, como sería una silla de niños, por lo que ha de ser la propia silla de niños la que detecte la colisión.
De ahí la complejidad de ajustar el momento adecuado para que el airbag se despliegue, teniendo en cuenta infinidad de casuísticas de colisiones. Eso, con una silla de niños, no es posible.
En segundo lugar, es complicado físicamente el despliegue de un airbag delante del niño, a modo de pantalla de protección, dado que no hay una superficie de soporte como seria el volante.
Hay que recordar que para que un airbag funcione como tal, el airbag no debe ocupar el espacio del ocupante, sino que es el ocupante el que ocupa el espacio del airbag desplegado. Las consecuencias de lo primero, como decíamos antes, implican entrar en el terreno de lo desconocido, ya que no hay precedentes de un airbag diseñado para ocupar el espacio que ya está ocupado. Sería como acercar el asiento del conductor al volante y, entonces, activar el airbag.
En tercer lugar, un menor es un ser en constante crecimiento y hacer que un airbag se adapte a todo el rango de su altura y peso es complicado.
En cuarto lugar, el airbag es un elemento activo, que aporta una fuerza en un determinado sentido y, por lo tanto, capaz de producir lesiones. Las comprobaciones a realizar sobre su funcionamiento deben incluir muchas casuísticas, mucho más allá de lo exigible en una homologación, como así se hace a la hora de ajustar los airbags de los coches. Sin embargo, los costes que suponen la realización de toda esta comprobación quedarían fuera de lo razonable para la mayoría de los fabricantes de sillas de niños. El cojín hinchable no puede aportar fuerzas añadidas al niño. Esto significa, por ejemplo, que, si el sistema no se deshinchara correctamente e incrementará el rebote del ocupante, no sería un sistema aceptable en términos de seguridad del ocupante del SRI.
Por último, los beneficios de ello deben ser muy evidentes. Como siempre decimos, los menores deben ir mirando hacia atrás como mínimo hasta los 4 años, porque es la solución contrastada que les aporta un mayor grado de seguridad. La aplicación de un airbag solo tiene sentido en sillas mirando hacia delante y, por lo tanto, la seguridad de un sistema con airbag debe ser igual o superior a la que aporta una silla mirando hacia atrás para poder considerarse como una opción válida.
Todos estos retos, seguramente contemplados por los potenciales fabricantes de sillitas con airbag, sin duda hace que siga mejorando la seguridad que ofrecen a los más pequeños.