¿Qué pasa si no uso una sillita infantil?
Ahora bien, ¿entienden todos los conductores y padres por qué se ha hecho obligatorio el uso de las sillas infantiles? Aunque algunos se puedan sorprender, todavía hay personas hoy en día que consideran que esto de las sillas es una estrategia comercial y sancionadora, para obligar a gastar dinero comprando sillas, y para poner multas si no se lleva la silla en el coche. Y todavía hay niños que van en el coche sin una silla infantil, o sin ir sujetos a esta.
Suelen también recurrir a un tópico tramposo: “cuando nosotros éramos niños no había cinturón de seguridad ni sillas infantiles, y aquí estamos”. Como si eso fuera argumento suficiente para justificar que no son necesarios los sistemas de retención infantil.
Es muy sencillo argumentar contra semejante tópico: en efecto cuando éramos niños sucedía eso, y también sucedía que las carreteras y los coches de entonces eran menos seguros que los de hoy en día, y también se da la paradoja de que incluso siendo menos los vehículos que circulaban entonces por las carreteras, eran más altas las cifras de muertos en accidentes de tráfico.
Sí, para el que no lo recuerde: años atrás moría mucha más gente en accidentes de tráfico que ahora, y ojalá sigan siendo cada vez menos las personas que pierden la vida por usar el coche.
Si las carreteras y coches han progresado: también lo ha hecho la forma de llevar a los niños en los coches
La tecnología y la seguridad han avanzado, y ahora podemos viajar en coche más seguros que varias décadas atrás. Dentro de ese progreso en lo referente a seguridad vial, seguridad activa y seguridad pasiva, están los sistemas de retención infantil.
Todo ocupante de un vehículo tiene que ir sujeto, pues el vehículo está en movimiento y cuando su situación y velocidad cambian bruscamente los ocupantes también se mueven bruscamente dentro de él. Es una cuestión de Física, que impone siempre sus leyes.
Si el movimiento es suave, los ocupantes se moverán suavemente, pero si el movimiento es brusco y repentino, los ocupantes también se moverán de igual manera, lo que implicará que se podrán golpear contra elementos del habitáculo o incluso salir despedidos.
No es un mito, ni una leyenda. Los innumerables crash tests que se han realizado en los automóviles, para comprender cómo hacer vehículos más seguros que protejan mejor a sus ocupantes, lo han demostrado sobradamente.
En caso de frenazo o accidente, la deceleración y por tanto la fuerza que experimentan los ocupantes son muy elevadas. Y si ya ponen en peligro la integridad e incluso la vida de los adultos, más aún ponen en peligro la de los niños, con un cuerpo, musculatura y esqueleto que no se ha desarrollado por completo y que es más débil y vulnerable.
Si los niños no van sujetos de ninguna manera, el golpe al salir despedidos puede ser mortal, y casi seguro que lo será. Si todavía peor, el niño sale despedido del vehículo, las consecuencias serán todavía más graves.
La primera finalidad fundamental de los sistemas de retención infantil, como su propio nombre indica, es sujetar al niño al asiento para evitar que salga despedido y se golpee violentamente. Sin esto, el niño se golpeará violentamente la cabeza, pudiendo sufrir daños cerebrales muy graves.
La segunda finalidad de las sillas infantiles, tanto más cuanto mejor diseñadas estén, es además de lo primero, proteger al niño, absorbiendo la energía de esa desaceleración brusca. Se distribuye mejor la presión del cinturón sobre su tórax, por ejemplo con arneses de múltiples puntos de sujeción, para evitar lesiones en los órganos internos y hemorragias. Se reduce el movimiento de la cabeza, para evitar lesiones graves en las vértebras del cuello, que pueden provocar una paraplejía o incluso la muerte.
Para que te hagas una idea de la violencia que entraña un frenazo muy fuerte o un accidente, y para que veas cómo actúan los sistemas de retención infantil, por favor, dedica tan solo dos minutos a ver este vídeo de pruebas de choque realizadas por fabricantes de automóviles y de sistemas de retención infantil. Y recuerda, los adultos somos responsables de la seguridad y bienestar de los menores.