Todo lo que debes saber sobre los SRI
Te contamos qué es un sistema de retención infantil y a qué debemos aspirar cuando lo utilizamos
Seguridad Vial
Queremos arrojar un poco de luz sobre los sistemas de retención infantil (SRI) y, para ello, empezaremos con un poco de física de la que estudiamos en 7º de EGB quienes ya vamos camino de la cincuentena…
La primera ley de Newton dice: “todo cuerpo preserva su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”.
Y esto, ¿cómo lo aplicamos en el caso de un coche? En caso de deceleración brusca o impacto, nuestro cuerpo intentará preservar su estado de movimiento uniforme, lo que significa que, si el vehículo circulaba a 80 km/h, nosotros seguiremos viajando a esa velocidad, aunque el coche se haya parado, o casi.
Si nuestro cuerpo continúa a 80 km/h sin que ningún elemento varíe esa velocidad, será el interior del vehículo el responsable de pararnos sin control sobre las consecuencias. Esto es lo que habitualmente pasa cuando no llevamos el cinturón de seguridad. Y si eso sucede ya no hay vuelta atrás.
Necesitamos por tanto un sistema que nos permita reducir la velocidad desde los 80 km/h a 0 antes de contactar con las partes del interior del vehículo y sin salirnos del espacio necesario para detener al cuerpo: es lo que se conoce como espacio de supervivencia.
En adultos, el elemento que nos permite disminuir la velocidad es el cinturón de seguridad, el cual puede actuar además en combinación con un airbag y otros sistemas que hagan más efectiva esa reducción. En niños, demasiado pequeños para ser retenidos por sistemas de adultos, esta función le corresponde a la sillita de coche.
¿Y cómo debe ser este sistema de retención infantil?
Tres conceptos clave dan respuesta a esta cuestión: retención, absorción, desviación.
Lo expuesto hasta ahora solo es aplicable al concepto de retención, es decir, la disminución de la velocidad dentro del espacio de supervivencia, pero ¿es eso es suficiente? No.
Mientras que retener es el primer objetivo de un buen sistema, el segundo es absorber; y aquí es donde aparece otra vez nuestro querido amigo Isaac Newton con su tercera ley, la cual versa sobre el principio de acción-reacción, y dice: ”cuando dos cuerpos interaccionan, aparecen fuerzas iguales y de sentidos opuestos en cada uno de ellos”.
Por lo tanto, si nosotros ejercemos una fuerza sobre el sistema de retención, este ejercerá la misma fuerza sobre nosotros en sentido contrario y, por eso, nos paramos, pero ¿cómo nos paramos? Esa es la cuestión.
No es lo mismo que nos detenga un cable de hierro, que una cinta de 50 mm de ancho o una bolsa de aire pues, aunque la fuerza que recibimos es la misma en los tres casos, la superficie de contacto no lo es. El cable es mucho más fino que la cinta y si combinamos esta última, además, con la bolsa de aire, entonces la carga se reparte aún más. Por lo tanto, ampliar la superficie de contacto nos permitirá soportar mejor el cambio de velocidad o, dicho de otro modo, a mayor superficie de contacto, mayor absorción de la energía.
El tercer concepto clave es la desviación. No todas las partes del cuerpo son capaces de retenernos de igual manera, ni de soportar las mismas fuerzas. La desviación consiste por tanto en trasladar la energía del impacto a zonas del cuerpo resistentes para que nos haga el menor daño posible.
Un ejemplo de fácil comprensión es el de un saltador de puénting. ¿Existe retención? Sí, porque el saltador está sujeto por un arnés y una goma que impiden que se golpee contra el suelo. Existe absorción porque el elemento de fijación (la goma) es elástica y el arnés abarca una zona extensa del cuerpo, y existe desviación porque las zonas del cuerpo que intervienen en esa sujeción son la pelvis y clavículas, ambas rígidas y resistentes.
Pero ¿qué pasaría si el arnés estuviera sujeto al cuello? En términos de retención y absorción no habría apenas diferencia, no obstante, al desviar la energía a una zona tan frágil del cuerpo como lo es el cuello, los resultados serian desastrosos.
En conclusión, ¿a qué debemos aspirar cuando utilizamos un sistema de retención? La respuesta es fácil: a que mantenga al niño dentro de su espacio de supervivencia, absorbiendo la mayor parte de energía del impacto, y desviando el resto a aquellas zonas del cuerpo que sean capaces de soportarlo.
No todas las sillas de coche cumplen con eficacia estos tres principios y, sin embargo, éstos son fundamentales si, además de transportar a nuestros niños de un sitio a otro, aspiramos a la lesión cero.