Judith Joy Ross
24.SEP.2021 ──────── 09.ENE.2022
Judith Joy Ross
Sin título, Eurana Park, Weatherly, Pensilvania, 1982
© Judith Joy Ross, courtesy Galerie Thomas Zander, Cologne
En 1966 Judith Joy Ross comenzó a fotografiar personas en su ciudad, como un modo de entender el mundo emocional de aquellos que la rodeaban. En la década de 1980 tras distintos viajes a Europa Ross adquiere una cámara de 8 x 10 pulgadas con el fin de retratar a “gente corriente” en lugares públicos. Influida por Lewis Hine, August Sander y Diane Arbus, la artista se ha convertido en una de las artistas más influyentes en el género del retrato demostrando que es capaz de capturar el presente, el pasado y el futuro de los individuos que se topan con su cámara.
Ross trabaja en base a un cierto impulso personal hacia la gente que conoce, sensación que luego queda reflejada en sus obras, pues en su mayor parte emanan una transparencia que tiene que ver con la relación que previamente se ha establecido entre artista y modelo. Sus retratos suelen enmarcarse en el contexto de un tema previamente escogido: Eurana Park, los visitantes del Monumento a la Guerra de Vietnam, los miembros del congreso durante el escándalo Irán-Contra (Irangate), los niños de las escuelas de Hazleton y lugares concretos como Easton, en Pensilvania, donde nació, se crio y donde aún hoy vive.
Comisario: Joshua Chuang.
El recorrido expositivo, compuesto por 200 fotografías y distinto material documental, se despliega a través de nueve secciones que, en sentido cronológico, muestran un amplio panorama de los principales proyectos de la artista. También incluye un número considerable de imágenes hasta el momento desconocidas y realizadas sin ningún proyecto concreto en mente. Todas las obras proceden de la propia Judith Joy Ross, que las ha prestado de forma altruista para esta ocasión.
Hacerse preguntas: Judith Joy Ross tardó algo de tiempo en entender que la fotografía le ayudaba a hacer más comprensible el mundo en el que vivía. A partir de ese momento, no dejó de utilizar este medio para tratar de responder a preguntas de carácter existencial: cómo luchar contra la tristeza, cómo se forma la identidad de una persona, cuáles son los motivos que hacen que la vida merezca ser vivida, por qué existe la injusticia, la barbarie de la guerra, son sólo algunas de las respuestas que trata de responder con este medio.
La cámara para contemplar el mundo: en la década de 1980 Ross adquiere una cámara de gran formato, de 8×10 pulgadas. El retrato es el género del que se sirve esta artista para descubrir el mundo. Normalmente se trata de individuos de clase trabajadora, como ella. No los mira desde fuera, al contrario de lo que hacen la mayor parte de los fotógrafos de calle. Ross establece una relación única con cada uno de sus modelos. A través del acto de fotografiar los atrae hacia ella. Para describir esta situación, Ross dice que por un momento puede haber incluso amor entre ellos, pero, subraya, “ese amor dura un instante y luego desaparece”.
Personal: de forma paralela a sus proyectos de carácter social, Ross ha ido realizando también otras investigaciones de tipo más personal. Su primer proyecto, en este sentido, fue el que hizo en Eurana Park, una pequeña arboleda en la que jugaba con sus hermanos y sus progenitores cuando era pequeña, y a la que volvió tras el fallecimiento de su padre en 1981. Como modo de exorcizar el dolor ante la pérdida, la artista realizó, durante dos veranos seguidos, retratos de los niños y adolescentes que acudían al lugar.
Además, en este camino de recuperación de la memoria, Ross regresó a Nanticoke, una pequeña ciudad en la que su padre había regentado una tienda de todo a cien durante algunos años y fotografió lo que quedaba de la fachada o la cafetería en la que desayunaba con su madre y su padre. Todas estas imágenes están imbuidas de una pátina de nostalgia, con las que la artista rememora su pasado, quizá con la intención de superarlo.
“Gente corriente”: las fotografías de Ross están centradas en cuestiones del día a día y en lo corriente. Con su obra no trata de glorificar o juzgar a los sujetos que retrata, sino de capturar la parte más humana de cada uno de ellos.
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El catálogo que acompaña a la exposición incluye reproducciones de la totalidad de las obras expuestas, la mayoría de las cuales se muestra al público por primera vez.
Incorpora además un ensayo principal a cargo del comisario del proyecto, Joshua Chuang, y otro de Svetlana Alpers, reconocida historiadora del arte, así como un nutrido apéndice documental elaborado por Adam Ryan. Una reflexión personal de Addison Bross, amigo de la fotógrafa, acompaña el retrato que de él se reproduce en una de las páginas del libro.
La publicación, editada en castellano, cuenta también con una versión en inglés elaborada en coedición con Aperture.
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