Impresionistas y postimpresionistas: el nacimiento del arte moderno. Obras maestras del Musée D’orsay
02.FEB.2013 ──────── 05.MAY.2013
Claude Monet
Londres, el Parlamento. Boquete de sol en la niebla [Londres, le Parlement. Trouée de soleil dans le brouillard], 1904
Óleo sobre lienzo, 81,5 x 92,5 cm
Musée d’Orsay, París
Legado por el conde Isaac de Camondo en 1911
RF 2007
© RMN-Grand Palais (musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski
En 1886, se celebró la octava y última exposición del grupo impresionista en la sala de exposiciones del marchante Durand-Ruel. A lo largo de las ocho míticas exposiciones que había presentado el grupo, la concepción tradicional de la pintura había saltado por los aires. Los críticos y el público empezaban a asimilar las novedades estilísticas, y los impresionistas comenzaban a tener cierto renombre. Así, entre 1886 y 1900, asistimos al desarrollo de una modernidad más profunda y radical.
Esta exposición, organizada por Fundación MAPFRE con la colaboración científica y los préstamos excepcionales del Musée d´Orsay, nos mostró como el impresionismo evolucionó hacia diferentes actitudes pictóricas, tradicionalmente definidas como postimpresionistas que, en realidad, amplifican el talante provocador del impresionismo definiendo los principios estilísticos que abrirán los lenguajes de las vanguardias del siglo XX.
La exposición
Entre 1886 y 1900 los impresionistas comenzaron a mostrar un agotamiento respecto a los mismos temas de la ciudad moderna y sus alrededores. Más preocupados por la propia pintura como lenguaje, limitaron sus asuntos y se concentraron en temas donde expresar mejor sus verdaderas preocupaciones plásticas.
El crítico Félix Fénéon inventó el término “neoimpresionismo” para definir este nuevo tipo de pintura, en el que los colores puros se yuxtaponen a través de pequeños puntos, que favorecen la mezcla óptica de los colores en el ojo, y no en la paleta. El neoimpresionismo marcó una dialéctica de ruptura y continuidad respecto del impresionismo, con una fuerte conciencia de “progreso”. La importancia de la ciencia se evidenciaba al tiempo que se escondía un ataque al efecto improvisador del impresionismo.
La muestra se iniciaba con las primeras series de Monet (Los almiares, Los álamos y Las catedrales), y termina con los trabajos decorativos de Vuillard en los Jardines públicos. Entre ambos hitos se presentaban los trabajos de Renoir en torno a las bañistas, el desarrollo del neoimpresionismo —con obras de Seurat, Signac o Pissarro—, el constructivismo de Cézanne, el retrato de los bajos fondos por parte de Toulouse-Lautrec, la huida de Gauguin y sus amigos a Bretaña, la creación del grupo de los Nabis con Serusier, Maurice Denis, Bonnard y Vallotton, y la locura de Van Gogh en Arles.
La exposición dedicó un lugar especial a la importancia de Cézanne como nexo de unión entre el impresionismo y el postimpresionismo. Cézanne había sentido siempre la necesidad de romper con las reglas y de sobrepasar los límites que imponía la técnica impresionista, estando siempre más atraído por el sentido constructivo que imponía la propia naturaleza y por la necesaria construcción de esa mirada sobre los objetos que se propusiera pintar.
La muestra nos propuso una visión completa del nacimiento del arte moderno desde la experimentación postimpresionista hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial.
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