Uruguayo de nacimiento, pero de padres españoles, Rafael Pérez Giménez (Montevideo, 1890-1929) tuvo contacto con el arte desde pequeño gracias a la actividad pictórica de su progenitor. Quizá por esta razón escogió como nombre artístico el segundo apellido paterno: Barradas. De formación autodidacta, colaboró en periódicos y revistas en Montevideo y Buenos Aires.

En 1913 viajó a Italia, donde conoció a Filippo Tommaso Marinetti y a los futuristas. Más tarde, en París, se interesó por el cubismo. Tras un breve paso por Zaragoza, viajó a Barcelona, donde trabajó como ilustrador, frecuentó a su compatriota Joaquín Torres García y realizó sus primeras exposiciones. En 1918 presentó en las Galeries Laietanes una nueva concepción estética: el vibracionismo, que combinaba futurismo, orfismo y cubismo, en representaciones de la vida urbana de un cromatismo intenso y expresivo. En 1918 se trasladó a Madrid, donde colaboró en las publicaciones vanguardistas de Guillermo de Torre, entre ellas el Manifiesto ultraísta vertical de 1920, que ilustró con viñetas y dibujos.

Hacia 1922 inició un retorno al orden con una nueva concepción de la pintura, el planismo, marcado por una figuración sombría de los obreros industriales: Los Magníficos, figuras populares en momentos de recogimiento y reposo. El 1928, enfermo, regresó a Uruguay, donde murió al año siguiente.