Desde sus inicios durante la dictadura chilena, la mirada de Paz Errázuriz se ha fijado en aquellos que habitan en los márgenes de la sociedad, ajenos a los ojos de una gran parte de la población. A pesar de que la democracia lleva instaurada varias décadas en su país, muchos colectivos continúan inmersos en la exclusión. La fotógrafa, comprometida desde siempre con las minorías —a las que considera configuradoras de la mayoría social—, no ha dejado de mostrar interés por estas realidades. Uno de sus trabajos más recientes, Muñecas, frontera Chile-Perú, gira en torno a un prostíbulo que encontró cuando realizaba un viaje en 2014 para fotografiar una cárcel del norte de Chile. Ese territorio fronterizo, de paisajes desérticos y minería, es conocido por sus prostíbulos, muchos de ellos en ruinas, como el Casa de Muñecas.

A pesar de la predilección de Errázuriz por el blanco y negro, la elección del color para este proyecto otorga un tono más espontáneo y menos solemne que el de otros trabajos previos. Esta primera imagen de la serie muestra a tres mujeres posando en la puerta de una de las precarias habitaciones en las que trabajan. La aceptación de la presencia de la fotógrafa y su cámara por parte de las personas retratadas, las prostitutas de la imagen o incluso los clientes que aparecen en otros momentos de la serie, refleja su compromiso con esa realidad y se manifiesta en la cercanía y naturalidad de las imágenes.