En los años sesenta, en el contexto de la Guerra Fría, Paul Strand continuó su trabajo documental viajando a diferentes países socialistas, como Rumanía, Egipto o Ghana. Su mirada a estas realidades, tal y como queda plasmado en la serie de libros en los que recoge su trabajo, se vierte en retratos, paisajes, imágenes de la vida cotidiana de la comunidad y de sus objetos. Pero también, y aunque la referencia directa a cuestiones políticas es elocuentemente escasa en sus fotografías, se observan algunos elementos que sutilmente apuntan a aspectos positivos de los procesos revolucionarios desarrollados en estos países.

Es el caso del retrato de Anna Attinga Frafra, incorporado a Ghana: An african Portrait (Nueva York, Aperture, 1976), en el que toda la sencillez de la composición incide en el único elemento discordante, los libros en equilibrio sobre la cabeza de la niña. El carácter simbólico de la imagen, que remite a los planes de alfabetización y educación dirigidos a la totalidad de la población, incluida la femenina, tiene una indudable, aunque sutil, naturaleza propagandística. Sin embargo, la imagen cobra sentido y se integra con naturalidad en su convivencia con las demás que componen la serie. En conjunto, ofrecen una visión que se aleja de la tipologización etnográfica y que, sin caer en la burda propaganda, decide incorporar la realidad de algunas de las aspiraciones, esfuerzos y esperanzas de la comunidad.