© Pablo Picasso. Sucesión Pablo Picasso. VEGAP, Madrid, 2022
CATÁLOGO DE COLECCIONES
En 1901, una visita a la cárcel de mujeres de Saint-Lazare, junto al doctor Louis Julien, llevó a Picasso a tratar en sus obras la relación entre maternidad, prostitución y enfermedad. El hecho de que las presidiarias convivieran con sus hijos le impresionó profundamente. Realizó diversos retratos de reclusas, algunas de ellas con la cofia blanca que distinguía a las que habían contraído enfermedades venéreas.
En 1902, en Barcelona, tras ocho años de estancia en París, Picasso volvió una y otra vez al tema de la maternidad, bajo el impacto de lo que había visto en la prisión-hospital: mujeres que dan la espalda al espectador, para preservar su intimidad y su dolor, y proteger a su hijo. Algunas aparecen ataviadas con túnicas y chales como los que había visto en Saint-Lazare.
En este dibujo, en cambio, madre e hijo están desnudos; la madre con los ojos cerrados, concentrada en el amor por el pequeño y aislada del mundo. Es una desnudez simbólica que hay que conectar con algunas de las grandes obras de la «época azul»: El abrazo o La vida, de 1903.
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