A principios de la década de los setenta, Nicholas Nixon se traslada a Albuquerque para realizar estudios de posgrado en la University of New Mexico. El Mar Motel, Albuquerque forma parte de un conjunto de fotografías que toma a las afueras de la ciudad. Tras la Leica de sus primeros años, para la realización de estas imágenes se decanta por un aparato de mayor tamaño, una cámara de 4 × 5 pulgadas que sostiene en las manos, sin trípode, lo que anticipa una de las señas de identidad de su obra: el uso de la cámara fija de gran formato. 

Aunque se trata de una época de formación y ejercicios como estudiante de fotografía, en el testimonio del trabajo de aquellos años se encuentran ya algunos de los rasgos que serán definitorios de su obra: el cuidado de la composición, la riqueza de tonos de sus imágenes en blanco y negro y, sobre todo, un especial interés por los valores descriptivos de la fotografía, que se manifiesta en la definición y claridad de las imágenes. Un lenguaje al que se presta el paisaje de Nuevo México y que consigue transmitir una sensación presente a lo largo de su obra, la de una suerte de duración, de suspensión temporal, como la de esas construcciones silentes de la imagen, inscritas entre la uniforme extensión del cielo y del desierto.