Hernando Viñes (París, 1904-1993) nació en el seno de una familia de ascendencia catalana y guatemalteca. A través de su tío, Ricardo Viñes, pianista de renombrado prestigio, conoció a Maurice Ravel, Manuel de Falla y Joaquín Rodrigo. Por consejo de Picasso, amigo de su padre, inició su formación artística, junto a Maurice Denis, André Lhote y Gino Severini.

Sus bodegones, paisajes y personajes religiosos de 1921-1925 presentan influencias cubistas. En 1923, junto a Hermenegildo Lanz y Manuel Ángeles Ortiz, trabajó en los decorados y el vestuario de El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla. Christian Zervos y Tériade, críticos de la revista Cahiers d’Art, le brindaron su apoyo. A partir de 1926 se interesó por el surrealismo y, de la mano de Ángeles Ortiz, se introdujo en el círculo de la Escuela de París. A principios de los años treinta redescubrió el fovismo y a Pierre Bonnard, con quien se identificaba por el carácter intimista y sensual de su obra.

Tras la Segunda Guerra Mundial se alejó de la pintura. En 1965 regresó a España y el Museo de Arte Moderno le dedicó una retrospectiva. Desde entonces expuso regularmente en galerías de Madrid, Barcelona y Santander.