© Graciela Iturbide, 2022
CATÁLOGO DE COLECCIONES
Según el deseo expreso de Diego Rivera, marido de Frida Kahlo, uno de los baños de la mítica Casa Azul del barrio de Coyoacán en que vivió la pareja permaneció cerrado desde la muerte de la artista, en 1954. No es hasta casi cincuenta años más tarde cuando el museo en que se ha convertido el edificio decide abrir el baño y averiguar qué hay en su interior. Cuando Graciela Iturbide llega con su cámara, el equipo de restauración ya ha retirado algunos objetos, pero la fotógrafa todavía encuentra algunos sin tocar: una pierna ortopédica, unas muletas, medicinas, carteles políticos varios o, como en la imagen, uno de los reconocibles corsés de la artista.
Junto al corsé, un enchufe, un interruptor y la vieja barra metálica en la que solían colgar las toallas. No hay nada más en la imagen, pero todo está marcado por el tiempo, todo es huella. El baño se presenta como un relicario —Frida Kahlo, de hecho, es figura de devoción por parte de miles de mexicanos—, como un conjunto de piezas que remiten al martirio. Pero El baño de Frida no es solo la evocación de la figura de la artista, de la huella de su obra y de su dolor, sino también un trabajo sobre el tiempo. Sobre ese tiempo que insiste, incorruptible, encerrado en el baño, y sobre el tiempo detenido que también la fotografía encierra.
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Jano, Ocumichu, Michoacán, México
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Madonna, México D.F.
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