La muerte es uno de los temas cardinales en la obra de Graciela Iturbide. En la serie titulada En el nombre del padre, en la que documenta la matanza de cabras que se lleva a cabo durante la festividad anual de la región de La Mixteca, la muerte se hace presente ritualizada por la multitud. Este trabajo recoge una experiencia de la muerte que dista del duelo privado e íntimo por la pérdida del ser amado. Aquí la muerte es convocada y conjurada a la vez, pues la celebración anual por parte de la comunidad expresa y actualiza una temporalidad cíclica, de lo que siempre vuelve, de lo que no se extingue. Esa es la experiencia del tiempo que movilizan los ritos de muerte y resurrección. Y lo que siempre vuelve en La Mixteca, según documentan las fotografías que componen este trabajo, es un conjunto de gestos que se repiten anualmente, indefinidamente, en diferentes cuerpos.

La serie discurre linealmente durante los días que dura la matanza. Las imágenes iniciales del enorme rebaño de cabras dan paso a las oraciones, la sangre, los cuerpos amontonados. En la imagen, Carmen, con el cuchillo entre los dientes, ejecuta el desmembramiento. El gesto atemporal, como de bacante que oficia el sacrificio, encarna, junto al resto de imágenes de La Mixteca, una visión de lo sagrado cercana a la que, en 1929, la célebre revista Documents ilustró con las fotografías de Éli Lotar sobre el matadero de La Villette en París.