En los Desastres de la guerra, Goya renuncia a la visión general de la escena en favor de una aproximación extrema. Normalmente trabaja con dos planos, prescindiendo de la profundidad de campo. Al mismo tiempo, se sirve de recursos escénicos para construir una obra realista y verosímil que implica al espectador.

En este grabado, perteneciente a los llamados Caprichos enfáticos, un personaje, posiblemente una figura eclesiástica, está sentado escribiendo. Tiene alas de murciélago por orejas, así como manos y pies de uñas largas que simbolizan la avaricia. En el fondo se puede ver a un grupo de personas con gestos de desesperación. Posiblemente el protagonista es un escriba que se aplica en la redacción de unas leyes que van contra «el bien general». El eclesiástico sería, pues, un inquisidor; hay que recordar que la Inquisición estuvo presente en España hasta 1834, cuando la infanta María Cristina firmó su abolición.

Las alas de vampiro podrían haber sido tomadas de la obra de Giambattista Casti (Viterbo o Acquapendente, 1724 - París, 1803) Gli animali parlanti (1801). En ella, el jefe de los vampiros encabeza un grupo de codiciosos notarios, delincuentes y economistas que llegan a ser consejeros de la Corona.