CATÁLOGO DE COLECCIONES
Se trata de la última estampa incluida en la versión de los Desastres de la guerra grabada en 1863, aunque existen dos más, con los números 81 y 82, que formaban parte del álbum que Goya regaló a su amigo Ceán Bermúdez y que se estamparon por primera vez en 1957.
La mujer resplandeciente que aparece en este grabado despertando de su sueño y volviendo a la vida es la misma que en la estampa 79, Murió la verdad, está siendo enterrada. En torno a ella hay un monje que con una mano sujeta una piedra y con la otra una pequeña trompeta; junto a él, un personaje con cabeza de animal que podría ser un felino o un perro (el perro es una representación de la avaricia). Detrás se intuyen unas figuras que parecen vampiros. Todos ellos se preparan, en una actitud un tanto amenazadora, para el despertar de la mujer que protagoniza el grabado, como si viesen un peligro en su resurrección. Solo ella, envuelta por un halo luminoso, parece esperanzada.
Se trata de una escena alegórica que muestra cómo la guerra ha arrastrado consigo no solo la verdad, sino también razón y los valores morales. La esperanza es que la verdad, la razón y la moral resuciten. Goya podría estar planteando también la posibilidad de regeneración de España en caso de que volviera a implantarse la Constitución.
Otras obras del autor
Francisco de Goya y Lucientes
Estragos de la guerra
Aguafuerte, punta seca, buril y bruñidor
Francisco de Goya y Lucientes
Y no hay remedio
Aguafuerte, punta seca, buril y bruñidor
Francisco de Goya y Lucientes
Amarga presencia
Aguafuerte, aguada, buril y bruñidor
Francisco de Goya y Lucientes
Bien te se está
Aguafuerte, aguada y buril