En 2017, tras sus trabajos a pie de calle en Dublín, el interés de Eamonn Doyle se dirige a la región irlandesa de Connemara. Pero ese mismo año, mientras empieza a dar forma a un nuevo proyecto, muere su madre, Katherine. K, serie a la que pertenece K-07, aparece un año después como un conjunto de imágenes en las que convergen las nuevas geografías a las que apuntaba Doyle, la expresión del duelo y una investigación sobre sus formas de representación.

La obra recoge algunas de las ideas de Bob Quinn, quien en su proyecto Atlantean señalaba posibles conexiones culturales entre los marineros irlandeses de la costa de Connemara y los pueblos de la península ibérica y del norte de África. Atraído por el eco de esa pervivencia cultural en los cantos de duelo tradicionales irlandeses, Doyle decide incorporar una pieza musical que, compuesta por David Donohoe, acompañaba la obra en su exposición de 2019 realizada en la Fundación MAPFRE.

Las fotografías de K muestran a una figura espectral, cambiante en el color y en el drapeado, similar a las que aparecen en Quad, de Samuel Beckett, y plásticamente cercana a las imágenes de John Batho. Como un ídolo doliente o el oficiante de una antiguo ritual, la figura de K-07 se presenta, gracias a la continuidad de las texturas del manto y la roca, como la materialización de un lamento que dialoga con el lugar.