CATÁLOGO DE COLECCIONES
El arte de vanguardia no fue solo urbano. Los dibujos de Benjamín Palencia —como, en un orden distinto, las pinturas del campo mallorquín de Joan Junyer— buscaban una identificación entre el trabajo del artista y la labor del campesino que vive en armonía con la tierra. Este fue también el camino que siguió la Escuela de Vallecas, de la que Palencia fue figura destacada.
En el caso de esta obra, aunque se trata de una composición abstracta, la figura humana se inscribe de forma claramente identificable, integrada en el paisaje como ocurre en las pinturas rupestres levantinas, una de las fuentes de inspiración del artista. Mientras, las marcas verticales sugieren los surcos de la tierra. En sus obras de esta época, Palencia incorporaba tierra, arpillera, paja y hojas, anticipando los experimentos de pintores como Josep Guinovart, estrechamente vinculado como él al mundo rural.
Aquí, el artista utilizó también el décollage para conseguir las figuras en negativo. Tanto el empleo de esta técnica como de esos elementos matéricos era inusual en una fecha como 1930, e imprime a la obra de Palencia una fuerte singularidad.