CATÁLOGO DE COLECCIONES
El poeta Rainer Maria Rilke escribió que «Rodin estaba solo antes de su fama. Y la fama que llegó le hizo quizás estar aún más solo. Y es que la fama, al fin y al cabo, no es más que la suma de todos los malentendidos que se dan cita alrededor de un hombre nuevo». Nada más lejos del estereotipo de Auguste Rodin como artista enérgico y poderoso que la delicadeza de esta Figura sentada sobre fondo amarillo, donde más que una figura dibuja su movimiento. La joven reclinada, ensimismada en el acto de dar a comer a unos pájaros, está esbozada con un trazo lleno de gracia. No parece estática, congelada: concentra en ella la vibración de lo corpóreo.
Cuando, en los primeros años de 1890, Rodin se pudo permitir pagar a modelos que posaran para él, trabajó de un modo inusitado pues dejaba que se movieran libres por la habitación para poder captar la sensación de espontaneidad. Su pasión por el instante detenido y el perfecto conocimiento del cuerpo humano son dos de los aspectos más relevantes para el artista y que sin duda ha conseguido capturar en este dibujo.