El aura que rodea el nombre de Auguste Rodin (París, 1840 - Meudon, Francia, 1917) ha hecho olvidar sus difíciles comienzos. Se formó al margen de la École des Beaux-Arts, donde fue rechazado en tres convocatorias. Una de sus primeras obras, El hombre de la nariz rota, fue excluida del Salón de París. En un viaje a Italia entró en contacto con la escultura de Miguel Ángel y de Donatello. En 1880 recibió el encargo de realizar La puerta del infierno para el futuro Musée des Arts Décoratifs de París. Consta de cientos de figuras, entre ellas algunas de sus obras más conocidas, como El pensador o El beso.

Rodin transformó el concepto de monumento público. En Los burgueses de Calais presentó a los seis personajes en el mismo plano, rompiendo la tradicional estructura en pirámide. La Exposición Universal de París de 1900 le situó en primer plano. A partir de esta fecha se convirtió en una referencia indispensable para los escultores, obligados a situarse por afinidad o por contraste en relación a su obra. Unos valoran en Rodin la sinceridad, la claridad y el equilibrio que le acerca al arte clásico; otros, la emoción, la fuerza y la expresividad.

Al presentar fragmentos del cuerpo como esculturas terminadas, abrió el camino a los artistas que, después de la Primera Guerra Mundial, buscaron en la figura parcial una manera de representar la angustia y el deseo.