Nacido en Kiev, Alexander Archipenko viajó a París en 1908, en el período más intenso del cubismo. El contacto con el arte de vanguardia marcó para siempre su trayectoria. Tradicionalmente, los dibujos y collages de los grandes escultores cubistas se han considerado obras preparatorias o de investigación, pero en los últimos años se han reivindicado como piezas autónomas, con valor propio.

El Collage n.º 2 representa un bailarín o una bailarina —a juzgar por las dos oquedades del torso— que levanta los brazos sobre la cabeza y mueve rítmicamente las piernas, a la manera de un muñeco de guiñol o de una cometa. Archipenko establece una tensión entre espacio y movimiento, geometría y figura humana. Representa el volumen mediante el claroscuro y evita la planitud que caracteriza algunos collages cubistas.

La maestría del artista le permite mantener el ritmo aun despedazando el cuerpo y ofreciendo algunas de sus partes como formas geométricas autónomas. Podemos imaginar la dificultad de transportar esta imagen a la escultura: unir las diversas partes en una composición de tres dimensiones, mantener el ritmo y el equilibrio que en el collage resultan tan profundamente expresivos.