Una parte importante y extensa del trabajo de Alberto García-Alix son los autorretratos. El ejercicio que supone la realización de este tipo de fotografías lleva implícito una búsqueda personal, una voluntad de autoconocimiento que el autor realiza a lo largo de su trayectoria artística. Si en Autorretrato en moto, de 1978, se retrata dentro de los cánones habituales de belleza, en otras obras lo hará mostrando, en cambio, la enfermedad, la vejez o el dolor, como, por ejemplo, en Autorretrato. Angustia, de 2003.

En este autorretrato de juventud, García-Alix se fotografía mientras conduce por las calles de Madrid; aúna en él dos de sus grandes pasiones: la fotografía y las motos. Durante los años setenta y ochenta, debido al imaginario norteamericano e inglés, la estética relacionada con la moto se había convertido en símbolo de rebeldía. El artista formó parte de este universo, ya que perteneció a los Centuriones, primer motoclub importante en España, por lo que esta tendencia ha quedado reflejada en su trabajo. El motivo recurrente de la moto en la obra del fotógrafo se puede ver detalladamente en dos de sus publicaciones, Bikers (1993) y Moto (2015), que muestran su progresión en el tratamiento estético de esta temática, así como su propia evolución artística.