La gracia de la vida vivida
Albert Forns
Paolo Gasparini
Juego de niños con grafitis, Sao Paulo 1997
Colecciones Fundación MAPFRE
© Paolo Gasparini
De la fotografía siempre me gusta el antes y el después. La escena que vemos, el momento sacado del hilo del tiempo que pasará a la historia sí, está muy bien, pero a mí me gusta imaginarme los fotogramas de antes y después, los fotogramas que Gasparini no te da. El antes podría ser el momento que se enciende la bombilla en la cabeza del fotógrafo y le lleva a decir «¡ya te tengo!», y el después serían los años que han ido pasando. ¿Aún existe ese jardín? ¿Han crecido las hierbas? ¿Han variado los grafitis? ¿Alguien ha intentado localizar este rincón de Sao Paulo para sacar una foto hermana actualizada?
Me gusta cuando una imagen es mucho más que una imagen. Cuando hay algo más que una composición certera y lo que vemos es un trozo de vida capturada que, inevitablemente, lleva el espectador a fabular, a novelar para completar el relato. «Son un terremoto, estas dos gemelas, ahora llevan el jersey impecable, pero en un rato estará lleno de manchas de arrastrarse por el suelo». Las buenas fotos siempre son un pozo de preguntas: ¿juegan a esconderse o a distraer al fotógrafo? ¿Lo conocen de hace tiempo, o las ha conocido ahora y ha decidido sacarles la foto? ¿Quien se lo pasa mejor, ellas con su juego, «¡no, ponte aquí, nosotros no pensamos acercarnos!» o el fotógrafo, fingiendo que les sigue la corriente? ¿O solo había una fotografía y el fotógrafo nos la ha duplicado con fotocomposición?
Y luego está el grafiti, claro, que no es un Basquiat ni un Haring; más bien me evoca pinturas rupestres. Me gusta la manera como Gasparini lo naturaliza, y aquí es tan normal que la pared esté intervenida como que en un bosque haya árboles de fondo, o que en una foto de playa veamos el mar de fondo. Aquí no hay denuncia, sino pura constatación, y gracias al grafiti (o el pichação) la imagen me llega más adentro, hasta mi álbum personal, porque me reconozco en las paredes grafiteadas, sean de São Paulo o de Barcelona. Soy de aquí, de los entornos que, como las sudaderas de las niñas, pronto dejan de ser impolutos para ganar la gracia de la vida vivida.