Guiños de pasado y presente
Edda Armas
Carlos Pérez Siquier
La Chanca, Almería, 1958
© Carlos Pérez Siquier
Singular encantamiento produce esta imagen de Carlos Pérez-Siquier, con el valor asertivo de los ojos del intuitivo fotógrafo en este momento decisivo, único e irrepetible. Seduce esta imagen por su perfecta composición, curiosa y dinámica narrativa. Te punza la movilidad de múltiples historias en el tramado central del protagonismo femenino, entre calles laberínticas empedradas y casas semejando glaseados de merengue. Guiños de pasado y presente, realzan el sabor de la fotografía analógica en ensayos de blanco y negro en aquel entonces (Life, VU, y cine neorrealista italiano). Son «tiempos de silencio» en una España de postguerra de régimen dictatorial, y el joven cámara en mano, seducido por la luz, el paisaje y la humildad de la gente de su Almería natal, toma a la barriada aledaña La Chanca por locación, a conciencia de que el momento histórico es para su propósito tan cardinal como el momento decisivo. A la serie que sin apuro produce, entre 1956 y 1965, la nombra como el barrio. Esta imagen se me antoja clave y una llave a la serie, en tanto corona su poética. Ocho ojos te miran desde ella, y el fotógrafo son tus ojos al encuadrar el precioso retablo, donde inmortaliza la procesión del grupo sobrellevando el peso del escaparate de roble, cuerpos arqueados con la cruz a cuestas. Tres niños testigos risueños arman un triángulo compositivo teñidos de punctums: pícaras caras de disfrute, los gestos de sus manos –uno rasca su cabeza, el otro la embolsilla– y los tres van de tirantes. El único hombre, mete el hombro, guía el tránsito. Las piernas reman sobre lo calizo. La mayor lleva medias para várices, y sobre los muslos de la más joven se bate el fondo íntimo que asoma debajo de su falda. La cándida protagonista observa al fotógrafo, ubicada justo al centro, por delante del espejo. Rara vez dos realidades juegan paralelas como acá ocurre: lo que la cámara capta y lo que el espejo refleja: la realidad detrás del fotógrafo. Otro guiño. El brillo mercurial compite con la luz solar, media entre ambos la victoriosa sonrisa adolescente. El esfuerzo de las mujeres arrima la modernidad a la casa, engancha la novedad de mirarse a cuerpo completo, y la de echarle llave a los secretos. La videncia del fotógrafo no consiste en «ver» sino en haberse encontrado allí, afirmaba Barthes. Por obstinada y preclara elección ha estado allí por décadas, obturando paciente la luz cotidiana de los sentimientos humanos.
Edda Armas es escritora, en su twiter se define como poeta, psicóloga social, lectora y nubista.