Giorgio Morandi en 1919, o, ya, la pureza
Juan Manuel Bonet
Giorgio Morandi
Natura morta, 1919
© Giorgio Morandi, VEGAP, Madrid, 2021
Siempre me apasionó Morandi, gran pintor y grabador provinciano, solitario y aparte en su Bolonia, y a la vez inscrito en la cultura italiana y europea de su tiempo. Fue en su periodo final donde, a mi modo de ver, alcanzó los resultados más excelsos, llegando a la quintaesencia de su arte. Pintor repetitivo, como Mondrian, Cornell, Calderara, Rothko… Sin embargo, hay otro periodo suyo que siempre me ha fascinado: su breve participación en la aventura de la pintura metafísica y de su principal plataforma, la revista romana Valori Plastici (1918-1921), dirigida por Mario Broglio, y en cuya editorial saldría el Piero della Francesca (1927) de Roberto Longhi, con el tiempo gran apologeta y amigo del boloñés.
La Natura morta de 1919, en su día propiedad de Broglio, y hoy en la milanesa Pinacoteca di Brera, es una de las mejores del breve periodo metafísico de Morandi, que poco antes había descubierto a De Chirico, De Pisis, Carrà… Cuadro que tiene que ver con algunos Carrà (pienso en Natura morta con squadra, 1917). Silencioso, seco, de una geometría severa y de raíz cubista. Gris y ocre, cegador, cristalino y puro como los mejores Luis Fernández. Cubismo, sí, pero también retorno al orden, sombras alargadas, lecciones de Piero, Uccello, Giotto…
De Chirico, en 1921, presentando a Morandi en «La Fiorentina Primaverile», le asignaba la «metafísica de los objetos más comunes». Este cuadro ya con botella (tumbada) y frutero, otros todavía con maniquíes, el austero autorretrato de 1919, van por ahí, aunque para empezar a ser él mismo, tendría que cerrar esa etapa, y asomarse, además de a la de Piero, a otras monografías: Zurbarán (tenía la de Paul Guinard), Chardin, Corot, Cézanne…
En 1921, Broglio reprodujo ese cuadro, y otros de Morandi, primero en Valori Plastici, y luego en la antología de la misma, Le classicisme dans l’art contemporain. Esas reproducciones sepia, pálido eco de la realidad, harían su camino. Por ejemplo, en la mente de Dalí, suscriptor de Valori Plastici, pero también de L’Esprit Nouveau. Su Naturaleza muerta, conocida como Sifón y botella de ron (1924), que en 1925 estuvo en los Ibéricos, que fue de Lorca, y que en 2003 incorporé al Reina Sofía, sería inexplicable sin el Morandi metafísico (del que toma hasta las sombras que proyectan los objetos) y el Ozenfant purista, conocido vía L’Esprit Nouveau, que aquél codirigía con Le Corbusier.