Estar en el mundo es ya haber caído
Patricio Pron
Richard Learoyd
Rachel, 2009
© Courtesy of the artist and Fraenkel Gallery, San Francisco
La obra de Learoyd dialoga con la historia de la pintura, y en particular con la de Dominique Ingres, como el artista británico ha reconocido; pero su interés por el pasado, del que la utilización de una técnica fotográfica técnicamente perimida es prueba, no parece dirigirse sólo al del arte visual, sino también, y especialmente, al de sus retratados. Al igual que en su serie de fotografías de coches destruidos —sobre las que se proyectan las sombras de una tragedia silenciosa y quizás mortal, aunque también las de una rara forma de belleza—, sus retratadas parecen no estar del todo aquí, sino atrapadas aún en un acontecimiento doloroso del pasado. Pero su orgullosa negación del presente, su deliberada resistencia a admitir que están siendo fotografiadas, de las que proviene la tensión de la imagen —que nos arrastra con ella, y que tan distinta resulta de la, en ocasiones, desafiante resolución con la que se dejan fotografiar muchos de los retratados de Julia Margaret Cameron, con quien a menudo se asocia a Learoyd— convierte a estos retratos en algo parecido a un testimonio de las formas de lidiar con un trauma que aparece inscripto en los rostros pero también en la forma en que han sido retratados.
«Estar en el mundo es ya haber caído, puesto que estar en el mundo es siempre haber sido arrojado», escribió Martin Heidegger, y su afirmación es especialmente acertada en relación con la historia de las mujeres. Pero las retratadas por Richard Learoyd parecen tan vulnerables como resueltas, tan frágiles como fuertes, tan atrapadas por las sombras del pasado como deseosas de abandonarlas. Venimos de las sombras, pero quizás vayamos hacia la luz y nuestra biografía sea la narración de un trabajoso ascenso. Y quizás sea cierto que, como afirmó alguien, quienes siembran con lágrimas cosecharán alguna vez con alegría.