Un muslo de pollo es un arma
Jordi Puntí
Carrie Mae Weems
Mujer negra con pollo, de la serie No es broma. 1987-1988
© Cortesía de la artista y la Jack Shainman Gallery, Nueva York
Un muslo de pollo frito puede ser un arma, sí. En manos de la chica de la fotografía —«Mujer negra con pollo», reza el título—, seguro que lo es. La mesa desnuda, sin plato ni cubiertos, no presenta dudas. Y menos su mirada desafiante, con una mano que se medio tapa la boca y nos avisa: este pollo no es para comer. La foto pertenece a la segunda exposición de Carrie Mae Weems, Ain’t jokin (1987-1988), y aunque dice que no bromea, está llena de ironía (la ironía como arma). Toda la obra de Carrie Mae Weems —fotos, vídeos, performances— gira en torno a la identidad y la violencia sufrida por la comunidad afroamericana en Estados Unidos, por lo que nunca caduca. Su lucha se renueva por el empeño del racismo latente; cada vez que se produce una injusticia, o una nueva muerte a manos de la policía, resulta aún más necesaria.
Porque este muslo de pollo también va contra el estereotipo que Estados Unidos ha construido de la comunidad afrodescendiente, como si nadie más comiera pollo frito. En un filme tan seminal y racista como El nacimiento de una nación (1915), de D.W. Griffith, ya aparece una escena en la que un grupo de legisladores negros están en el parlamento y se comportan groseramente: uno de ellos bebe alcohol, otro come un muslo de pollo. «El sueño americano se ha creado a expensas de los negros americanos», decía James Baldwin, y la obra de Carrie Mae Weems forma parte de una protesta conjunta. Por eso cuando veo esta foto recuerdo otra de Steve Shapiro, de 1963: sale el escritor y activista James Baldwin hablando con dos chicos frente al restaurante Jojo’s, que proclama que es famoso por su pollo frito.
Vuelvo a mirar a la mujer del pollo y me pregunto dónde estará hoy en día. Es un doble camino: donde estará el personaje de la foto —la representación de una idea— y donde estará la chica de verdad, la persona que se prestó a posar para Carrie Mae Weems. Son dos seres diferentes, uno real y el otro imaginario, aunque puede que sus vidas estén muy juntas, tan cerca que ambas podrían hacer exactamente esto todavía hoy: blandir un muslo de pollo frito, en una mesa sin mantel, quizás en un Kentucky Fried Chicken, o un Popeyes. Como quien grita desde el silencio: «¡Black Lives Matter!».