El lavadero y las lavanderías
Aloma Rodríguez
Facundo de Zuviría
Lavadero en Manantiales, Uruguay, ca. 1991
Colección Nathalie et Nicolas Motelay
© Facundo de Zuviría
La foto de Facundo de Zuviría, tomada en Uruguay en 1991, me lleva a dos lugares distintos. La lavandería de la foto es un lavadero, que es una palabra ligada al pueblo de mis abuelos (y por extensión al mundo rural): el lavadero estaba en la parte más baja del pueblo y había dos pozas, la de lavar y la de aclarar. En las dos el agua debía de estar helada. La foto me lleva a las lavanderías en las que he estado: erasmus en París, acompañante de erasmus en Grenoble –¿a lo mejor las lavanderías son un lugar para estudiantes?– y pienso en la lavandería de Cosas que nunca te dije, de Isabel Coixet, mi puerta al cine indie, supongo. Pero el pensamiento saltarín va de ahí, de las escenas que recuerdo, de una actriz morena y ojos redondos, a Hanif Kureishi, autor del guion de Mi hermosa lavandería. Kureishi, uno de los escritores que me acompañaron en la primera juventud, sufrió una caída en Roma a principios del año 2023, perdió la movilidad y se va recuperando poco a poco y sin saber aún el pronóstico. Su hijo le ayuda a escribir lo que le va pasando, sus dudas, sus miedos, sus mejorías. En el libro de ensayos y relatos Amor + odio Kureishi recoge un texto en el que habla de su padre y de ir a correr con su hijo y yo me pregunto si será ese mismo hijo que le ayuda en su convalecencia. El ensayo se llama «Soy el niño futuro». «Reconozco que escribir es una cosa completamente distinta que hablar. Me pregunto si es una defensa contra el hecho de hablar. Si bien escribir crea una relación íntima con el lector futuro, cambia poco de tu alrededor. Pero hablar, por fuerza tiene que ser una forma de poder», escribe Kureishi, y me asusto un poco del poder profético que a veces tienen las cosas que se escriben.
Lo que me gusta de esta foto es que está doblemente enmarcada: el encuadre de la mirada del fotógrafo y el encuadre del ventanal. Siento que me invita a mirar ahí y a proyectar en ese lavadero de neón recuerditos de mi vida, algunos me han pasado, otros los he visto en películas –o en libros–, pero en mi memoria tienen la misma entidad. Lo vivido y lo soñado se mezclan, creo que por eso Facundo de Zuviría esperó a que fuera de noche –o casi– y así la foto tiene ese aire de noche americana, (como en la película del mismo título de François Truffaut) y ese tono azul un poco construido pero posible.
Aloma Rodríguez es escritora, periodista, crítica literaria y traductora.