Arte constructivo

Técnica

Tinta china y grafito sobre papel

Medidas

Papel: 20 × 18 cm
Marco: 52 x 50 x 4 cm

Inventario

FM000331

Descripción

En 1938, Joaquín Torres García había configurado ya plenamente su «universalismo constructivo», una propuesta personal que aunaba elementos del constructivismo, el neoplasticismo y el surrealismo. Desde 1934, y tras una estancia en Madrid el año anterior, él y su familia vivían en Uruguay. Durante los años treinta había fraguado en su obra la abstracción geométrica, y había sido en París uno de los fundadores de Cercle et Carré, grupo que defendía un arte purista, riguroso y racional. Sin embargo, buscaba un arte que abarcara también el simbolismo, los aspectos metafísicos y ciertos elementos procedentes del mundo del subconsciente. Su aspiración era un arte que funcionara como lenguaje universal e integrara las geometrías abstractas y los arquetipos y anhelos de la humanidad, representados por figuras esquemáticas.

En este dibujo se aprecian las características de su propuesta, que al regresar a Uruguay se enriqueció con símbolos procedentes del sustrato cultural prehispánico e incidió con mayor intensidad en los elementos metafísicos. Destaca la estricta ortogonalidad y bidimensionalidad, rasgos de ascendencia constructivista que Torres García desarrolló en sus peculiares esquemas de cuadrados y rectángulos desiguales y trazados a mano alzada, evitando así las fórmulas asépticas e impersonales de la abstracción geométrica más rigurosa. La estructuración parte de verticales y horizontales, que se convierten en una especie de celdas contenedoras de signos. Torres García expuso teóricamente estos postulados en sus numerosos textos y a través de su importante labor docente, desde su primer libro escrito en Montevideo, Estructura, hasta la fundación del Taller Torres García en 1943.

El artista genera un lenguaje de signos gráficos que combina y asocia de distinta manera en sus obras, pero que no han de interpretarse como mero vocabulario, sino como entidades plásticas que reclaman la actividad imaginativa. También desarrolló un lenguaje cifrado propio, al que pertenecen los grafismos de la esquina superior derecha de esta composición, posiblemente correspondientes a las siglas AAC (Asociación de Arte Constructivo), que aparecen también en algunas obras de sus alumnos del taller.

Esta hoja, trazada a pluma y tinta sobre una base de lápiz, presenta un sombreado mediante rayados siempre horizontales que sugieren dos planos. Está relacionada con el Monumento cósmico del Parque Rodó de Montevideo, realizado en piedra entre 1937 y 1938, y que fue reproducido en la portada de la revista Removedor, del Taller Torres García, como homenaje póstumo, y editado como tarjeta publicitaria del Museo Torres García, también en Montevideo. Los signos que incluye hacen referencia a la idea del Hombre Universal, representado en el rectángulo central de la parte inferior, junto a la cruz, el triángulo y el número uno, símbolos relacionados, respectivamente, con la condición espiritual y racional del ser humano. Aparecen el sol, el pez y el jarrón, así como otros signos asociados, en forma de escalera y de ondas. Introduce además la balanza, el animal y, sobre todo, dedica uno de los recuadros más grandes a la enigmática representación de la Tierra en forma de semicírculo con grandes ojos redondos. Se trata de la representación de Pachamama, la Tierra en la tradición andina preincaica. Esta misma imagen será realizada en maderas ensambladas y pintadas en 1944, e instalada en el jardín de la residencia del artista en Montevideo, junto a otras dos figuras totémicas, las de Idea y Padre Inti. La presencia de todos estos símbolos expresa los planos intelectual, espiritual y físico, cuya conjunción hace posible al ser humano, su existencia en el cosmos y su relación con la tierra.

[Carmen Bernárdez Sanchís]