Sin título

Técnica

Grafito sobre papel

Medidas

Papel: 46 x 32 cm
Marco: 75,5 x 61,5 x 4 cm

Inventario

FM000148

Descripción

El paisaje y el retrato fueron los géneros que Genaro Lahuerta cultivó con más asiduidad a lo largo de su carrera, aunque no los únicos. Sus primeras obras, desarrolladas en los años veinte y treinta, respondían a una figuración en la que el cubismo dejó su huella, pero también el expresionismo y el realismo mágico. Formado en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, Lahuerta había sentido tempranamente la necesidad de romper con la tradición luminista de un sorollismo convencional, convertido ya en escuela. Junto a su amigo el pintor Pedro Sánchez, conocido como Pedro de Valencia, exploró entonces las propuestas de las vanguardias internacionales, creando paisajes y figuras cargados de un fuerte sentido de evasión de la realidad, buscando el lirismo y cierto onirismo. En los años treinta, Lahuerta formó parte de la vanguardia artística valenciana, junto con Josep Renau, Rafael Pérez Contel, Antonio Ballester o Francisco Lozano. También fue intensa su relación con escritores y críticos como Max Aub, Manuel Abril o el poeta Juan Chabás.

Junto a la lección aprendida de la vanguardia, en la que el pintor admiró especialmente a Cézanne, la pintura italiana del Renacimiento fue siempre una fuente de inspiración para él, especialmente a partir de 1935, a raíz de obtener una beca que le permitió viajar a Italia, París, Bruselas y Londres, donde pudo conocer de primera mano las obras de los grandes maestros. En la dé­cada de los cuarenta, su pintura experimenta una vuelta al realismo, aspecto que siempre había estado presente en sus retratos anteriores, pero que desde esos años se aplica a su creación pictórica. Sus figuras —que predominan en esta época, frente a la rica eclosión del paisaje desde los años sesenta— se hacen recias y se describen con atención sus rasgos y los objetos que las rodean. Pero Genaro Lahuerta no abandona totalmente los aspectos emotivos en favor de la realidad, pues muchos de sus personajes están inmersos en sus pensamientos o ligados a sus emociones.

Retrato masculino sentado es un dibujo al trazo muy depurado que sigue fiel a la tradición neoclásica del dibujo de línea de Ingres y Picasso, tan arraigada entre los pintores españoles de la ­década de los veinte, pero que perdura como una tipología dibujística ya auténticamente clásica. El hombre está tranquilamente sentado ante el mar, pero su expresión parece absorta, con la cabeza ligeramente inclinada y un cierto aire melancólico. La economía de medios enfatiza aún más la fuerza y seguridad del trazo que define a un marinero recio cuya vigorosa anatomía, especialmente los enormes pies y manos, evoca los dibujos al trazo de Picasso y los de Benjamín Palencia. Lahuerta había mostrado gran interés por los temas marineros desde el principio de su carrera, primero en escenas magicistas y más tarde en marineros y pescadores reflejados siempre con una gran dignidad y un concepto formal recio, como el que caracteriza a este dibujo y a las dos grandes composiciones alegóricas que pintó en 1941, una dedicada a la pesca y la otra a la Marina. En estos años vemos en su pintura, así mismo, una monumentalización de las figuras de ascendencia clásica, que también se emparenta con los realismos europeos de la década anterior, así como con la pintura italiana de entreguerras. La aportación de Severini, Sironi y la influencia del «regreso al oficio» y a la pintura renacentista propugnada por De Chirico se fundieron para crear una forma modélica y atemporal a la que responde este dibujo. Aquí, la figura fuerte del hombre recupera la esencia de una iconografía ya muy asentada de figuras junto al mar: desnudos femeninos, maternidades o tipos populares, que respiran serenidad y fuerza dentro del marco general de lo mediterráneo.

[Carmen Bernárdez Sanchís]