Portrait of a Young Woman, Possibly María Zambaco [Retrato de una joven, posiblemente María Zambaco]
Edward Burne-Jones
Portrait of a Young Woman, Possibly María Zambaco [Retrato de una joven, posiblemente María Zambaco], 1874
© COLECCIONES Fundación MAPFRE
Fecha de ingreso: 2011
Procedencia: Colección particular, Gran Bretaña / Picadilly Gallery, Londres / Colección particular,EE. UU. / Stephen Ongpin Fine Arts, Londres
Técnica
Lápiz sobre papel
Medidas
Con passe-par-tout: 28 × 21 cm (11 × 8 1/4 in.)
Con marco: 48,5 × 41,5 cm (19 1/8 × 16 5/16 in.)
Inventario
FM002032
Descripción
A mediados del siglo XIX aparecía en Inglaterra un movimiento artístico que iba a revolucionar la mirada sobre el mundo, los Prerrafaelitas. Sus miembros más conocidos, entre los cuales destacaba el que suele verse como iniciador, Dante Gabriel Rossetti, se mostraban fascinados por la producción italiana del Renacimiento anterior a Rafael, a quien se debe el nombre del grupo. Muy pronto dominarían la escena artística británica, anticipando, en sus modelos femeninos, algunos de los prototipos que el decadentismo y el simbolismo iban a poner de moda.
De hecho, si hay algo que caracterice a los Prerrafaelitas, además de su naturalismo exacerbado –esa pasión por «pintar de la naturaleza» que se pone de manifiesto en sus representaciones de flores y plantas–, son sus codificaciones de un tipo de mujer, a veces sumergido en cierta ambigüedad infantil, como la que muestra este dibujo de uno de los miembros más destacados del grupo, Edward Burne-Jones.
Autor carismático de obras tan populares como The Golden Stairs (1880; Londres, Tate Britain), después de unos primeros años en los que se sitúa bajo la indiscutible influencia de Rossetti, Burne-Jones empieza a trabajar en sus grandes ciclos narrativos, donde sus tan características mujeres melancólicas dominan unas escenas de gran teatralidad. Estas mujeres representan un ideal de belleza adolescente, inaugurado por la Mademoiselle de Maupin (1835) de Théofile Gautier, obra en la que los dos sexos se confunden, en referencia explícita a las bellezas indiferenciadas de Helena y Paris. Es un tipo de ideal que remite al incesto entre hermanos, a personajes unidos por lazos sutilísimos de parentesco, como explica Mario Praz, y que son una constante en las obras de Algernon Charles Swinburne, Gustave Moureau, Fernand Khnopff o el propio Burne-Jones. Se trata también del eterno debate entre el ideal etéreo del Norte y el ideal fogoso del Sur que plantea Gautier en su lucha por decantarse entre el tipo de mujer nórdica, rubia y vulnerable –la femme frêle de raíces románticas–, y el de mujer sexualmente agresiva que convive con ella a lo largo de la segunda mitad del siglo, la morena latina. La primera, prototipo de mujer refinada, mitad niña, mitad ángel, plantea una cuestión de clase, pues remite a las mujeres de la aristocracia o la alta burguesía, que solían vestir trajes ligeros, asegurándose esos persistentes catarros de los que habla Jane Austen en sus novelas.Este prototipo se inscribe en el ideal de mujer enferma, o incluso muerta, que tan en boga estuvo a lo largo del 1800: innumerables Ofelias de belleza mortuoria reflejan el persistente ideal según el cual al morir joven, uno preserva su belleza, del mismo modo que los mártires cristianos mueren incólu¬mes al dolor e inmunes al envejecimiento. Un ideal de belleza, en definitiva, que tiene su más genuina representante en Elizabeth Siddal, adorada por John Ruskin, musa frágil de los Prerrafaelitas y, en cierto modo, la antítesis de la intensa Jane Morris, musa de Rossetti.
Dichos ideales femeninos, que a menudo adoptan la forma de esfinge inmóvil y remota, son el típi¬co producto creado por y para hombres, como afirma Anthea Callen en su discusión sobre los Prerra¬faelitas, aunque al tiempo hablan de una generación, cierta joven élite, que se sumerge en el culto a la muerte y la melancolía y, contrariamente a Émile Zola, no acepta sin preguntas los hábitos burgueses.
La belleza de la mujer que retrata Burne-Jones en este dibujo –posiblemente la griega María Zambaco, su modelo y amante en una relación que pareció ser muy tempestuosa– simboliza un curioso híbrido de las dos bellezas.Encarnación de la morena intensa, muestra al tiempo cierta ambi¬güedad, casi melancólica, que reaparece en algunas de las representaciones femeninas en los cuadros del pintor. En esta pieza tan delicada, Burne-Jones ofrece a la mirada de los espectadores mucho más que un dibujo preparatorio. Para el artista –que pronto sustituiría sus inclinaciones religiosas por la pintura, en la que se vuelca con devoción y a través de la que trasmite parte de esa espiritualidad que le ocupa–, sus trabajos a lápiz tienen vida propia. Son el perfecto regalo para sus amigos y objeto de exposiciones. Burne-Jones es un excelente dibujante, como se aprecia en sus grandes cuadros, domi¬nados por la línea frente al color. Cada detalle: cada flor, cada pliegue, cada rincón de las elaboradas arquitecturas de sus pinturas traslucen esa pasión, la misma que este pequeño dibujo delata.
[Estrella de Diego]
Firmado con sus iniciales y datado en el ángulo inferior derecho
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