Sin título

Técnica

Tinta sobre papel

Medidas

Papel: 48 x 31 cm
Marco: 84 x 67,5 x 4 cm

Inventario

FM000165

Descripción

En noviembre y diciembre de 1933, Benjamín Palencia celebró en París una exposición individual en la Galerie Pierre, donde presentó una serie de formas prehistóricas, fósiles y tauromaquias que fueron apreciadas por Picasso y por algunos miembros del grupo surrealista. Como ha señalado Eugenio Carmona, es la huella de Picasso, sobre todo, la que reconocemos en estas piezas; la influencia de los «personajes geológicos» realizados por el artista malagueño en Dinard y su trabajo en Boisgeloup en 1932.

Entre 1933 y 1934, Palencia iniciaría una serie de dibujos y acuarelas —−así como algunas pinturas al óleo−— centrada en el desnudo femenino, casi siempre grupos de mujeres de pie o tumbadas. Como en las formas prehistóricas y fósiles, también en esta nueva serie asistimos a un proceso de fragmentación y «cosificación» de la figura humana, aunque con medios y resultados sustancialmente distintos. En Personaje sentado, la anatomía aparece transformada en un assemblage de piezas independientes: la cabeza y su pedestal cónico, el torso como una paleta de pintor con dos diminutos pechos esféricos adheridos, los brazos como jarrones de larguísimo cuello. Así como en la serie de los fósiles dominaba la simulación escultórica del volumen, en esta pieza, como en otras de la nueva serie de 1934, la figura se articula en formas planas superpuestas como si fueran transparentes, con un rayado paralelo. Y si en la serie de formas prehistóricas la solución cromática tendía a una gama de tierras, pardos y ocres, ahora el artista introduce áreas de colores vivos, como el rojo y el amarillo. A la influencia de Picasso se agrega ahora evidentemente la de los personajes de Miró.

En su postura frontal y simétrica, con los brazos alzados y las piernas abiertas, esta figura femenina podría evocar a una diosa del sexo, al estilo de la Ishtar babilónica, de terrible majestad, como delata la cabeza medusea de cabellos encrespados. Pero, al mismo tiempo, el supuesto ídolo es sólo un muñeco, una marioneta articulada, a la que se manejaría moviendo hilos invisibles.

[Guillermo Solana]